El centro comunitario de buceo "Embajadores del Mar”, en Costa Rica, nació en 2014 en un torneo de pesca del pez león, una especie invasora sin predadores naturales que genera un alto impacto negativo en la salud de los corales. Los primeros fundadores tenían entonces 14 o 15 años de edad, cuando soñaron poder bucear con tanques. La organización y ese sueño obtuvieron enseguida apoyo comunitario. La idea de la asociación civil es reconectar a los jóvenes con el mar, asociando la conversación de la naturaleza con alternativas de vida para ellos. Hoy en día, el centro cuenta con 25 integrantes activos. Esteban Gallo es uno de esos pioneros fundadores, quien desde entonces no solo ha tenido la oportunidad de bucear, si no también de capacitarse como instructor de buceo. El pez león no es la única amenaza contra los corales y la preservación de la biodiversidad marina. La contaminación de las aguas y el impacto del turismo, así como de la acelerada y poco planificada urbanización, son un severo problema en la zona. El problema de las aguas residuales en la comunidad llevó a los mismos pobladores a presionar a las autoridades para la construcción de una planta de tratamiento. Con el apoyo del Instituto Nacional de Acueductos y Alcantarillados y la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos, UNOPS, se está instalando ahora allí la primera planta en el Caribe Sur. Para la UNOPS es importante que toda obra de infraestructura apoye el involucramiento y fortalecimiento de capacidades locales allí donde se instale. Por eso vieron en el Centro de Buceo un aliado estratégico y establecieron un convenio a través del cual los jóvenes se deben encargar de realizar un monitoreo del estado de los corales durante los próximos dos años. "Este monitoreo trata de levantar una línea base del estado del arrecife, de cómo están los corales en su salud para después hacer una comparación con el antes y el después de la planta de tratamiento de aguas negras, aportando a la regeneración de todo el arrecife que sigue hasta el final de "Punta Mona”, explica Ana María Arenas, encargada de la Comisión de Corales. Entrar al mar a cuidar los corales no solo llevó a los jóvenes a conocer la biodiversidad marina de la zona, si no también a descubrir una nueva faceta de su propia historia: una que encontraba oculta bajo sus aguas y que se remonta a tiempos de la colonia, al tráfico de esclavos y la piratería. El hallazgo de objetos en el mar los alentó a sumergirse en la arqueología submarina. El centro comunitario de buceo espera ser un impulso importante para estos jóvenes, y aunque no cuenta con un financiamiento permanente cuenta con el apoyo financiero de varias organizaciones nacionales e internacionales. Así, sus integrantes han podido capacitarse en varios temas e incluso viajar al extranjero.