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Nebulosa informativa

27 de octubre de 2002

Aumenta la presión porque se de a conocer la sustancia empleada en el operativo que acabó con la toma de rehenes en Moscú, al revelarse que casi todas las víctimas fallecieron por efecto del gas.

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Una rehén liberada abandona el hospital, en Moscú.Imagen: AP

La transparencia informativa no ha sido nunca una de las virtudes de Moscú. No lo fue en la época de la Unión Soviética, ni después, pese a la campaña del glasnost de los tiempos de Gorbachov y al proceso de democratización política de Rusia. Hasta hoy en día, el Kremlin parece no haber comprendido las ventajas de hablar abiertamente desde un comienzo.

Aumenta el número de víctimas

Tal es así que el éxito del operativo que puso fin al drama de los rehenes, se está viendo empañado por la falta de información y el consiguiente brote de especulaciones de diversa índole, por ejemplo en torno al gas empleado para dejar fuera de combate a los extremistas chechenos. Sobre todo porque las autoridades rusas tuvieron que corregir el número de víctimas fatales entre los rehenes, de los 67 mencionados inicialmente, a 117, y porque fuentes médicas de Moscú revelaron que sólo uno de ellos perdió la vida por causa de un proyectil. Los restantes murieron como consecuencia del gas anestésico, según la agencia de noticias Interfax.

De acuerdo con lo indicado en Moscú, se trata de un gas anestésico común que, sin embargo, utilizado en altas dosis, puede provocar alteración de las funciones orgánicas o trastornos circulatorios. No obstante, sigue extrañándose la falta de mayores especificaciones. Tampoco los médicos de la clínica universitaria de Munich, donde se atiende a dos rehenes alemanes liberados, habían sido informados acerca de la naturaleza de la sustancia empleada.

Sustancia anestésica

El encargado de la sección de toxicología de dicha clínica muniquesa, Thomas Zilker, señaló a la primera cadena de la televisión alemana que ya no era posible identificar el gas, aunque no considera que se haya tratado de elementos químicos de uso militar. En su opinión, probablemente se empleó una suerte de gas hilarante, antiguamente utilizado como anestesia. A su juicio, ello encaja con el cuadro presentado por las personas, que sufrieron náuseas y volvieron en sí en forma relativamente rápida. Zikler mencionó como efectos colaterales trastornos del ritmo cardíaco.

En Moscú también se multiplicaron las quejas de los familiares de los rehenes que, en muchos casos, no conseguían enterarse de la suerte corrida por sus parientes, ni de a cuál hospital habían sido llevados. Las dimensiones de la tragedia de seguro explican cierto grado de confusión, pero los rusos ya han tenido en el pasado malas experiencias de sobra, que provocan escepticismo. Muchos recuerdan aún, por ejemplo, el caso del hundimiento del submarino Kursk, en el que la desinformación se convirtió en una tragedia más para los deudos. Tampoco el gobierno ruso debería olvidarlo.